Por Nancy Pedraza.
Queridos futuros caminantes del periodismo de viajes
Empezar esta maestría fue como abrir una puerta nueva. No solo aprendí sobre destinos, sino que me encontré de frente con mis recuerdos, mis preguntas y una forma distinta de mirar. Cada clase me llevó a reflexionar, a afinar la mirada y a descubrir lo mucho que aún no sabía. Y eso es lo primero que quiero compartirles: este camino les va a transformar.

Vengo de un mundo muy distinto, el corporativo. Durante años trabajé en marketing y transformación digital. Cuando me animé a entrar a este viaje, lo dudé. No sabía si encajaba, si tenía algo nuevo que aportar. Pero ahora estoy convencida de que una fuerza mayor, algo que no sé explicar del todo, me puso en este lugar para contar historias. Historias con raíz, con alma, con preguntas. Historias que nacen de una forma distinta de mirar.
Redescubrí la narrativa como una forma de presencia, de conexión con el mundo, de darle sentido a lo vivido. Aprendí que contar historias no es solo describir lugares, sino escuchar lo que nos dicen, lo que callan, lo que nos hacen sentir. Descubrí que mi voz, mi forma poética y sensorial de escribir, tenía lugar y sentido en este espacio.
Uno de los momentos que más me marcó fue cuando publicaron uno de mis textos en la página de la escuela. Había sido un reto escribirlo, vencer las dudas, atreverme a ponerle emoción. Verlo publicado fue una alegría inmensa… pero lo más especial fue que alguien lo leyó y dejó un comentario. Ese pequeño gesto me hizo sentir escuchada. Me recordó que lo que escribimos puede tocar a otros. Y eso, en este oficio, lo es todo.
Aprovechen cada oportunidad de conversar con los profesores. Cada clase tiene algo que sacude. Edgardo, en particular, fue una guía generosa y muy precisa. Sus comentarios me ayudaron a descubrir que mi estilo no solo era válido, sino necesario. Que cada uno tiene su sello, y que encontrarlo lleva tiempo, pero también valentía y escucha.
Dejen que los compañeros los sorprendan. Durante este año viajé a través de ellos a lugares que no imaginaba: Bután, el Carnaval de Oruro, maneras particulares de hacer aceite de coco. Sus historias, tan distintas a las mías, me enseñaron que el periodismo de viajes se enriquece cuando se hace con muchas voces. No caminen solos. Escuchar al otro es también una forma de viajar.
También descubrí las preguntas incómodas. ¿Qué tipo de turismo promovemos con lo que escribimos? ¿A quién le damos voz? ¿Estamos aportando o repitiendo clichés? Este oficio no puede ser solo bonito: debe ser ético, informado, comprometido. El periodismo de viajes tiene un rol fundamental en el turismo que vendrá. Somos narradores, pero también mediadores. Y eso implica una gran responsabilidad.
Sueño con un turismo más consciente, donde los viajeros escuchen antes de hablar, miren sin invadir, cuiden sin paternalismo. Sueño con relatos que conmuevan, pero que también hagan pensar. Con textos que inviten no solo a recorrer, sino a comprender.
Y cuando duden, cuando crean que ya no hay nada nuevo que contar, vuelvan al primer lugar que les hizo vibrar. Ahí, seguro, hay una historia esperando por ustedes.
Gracias por leerme. Gracias por seguir este camino. Nos une el deseo de mirar más hondo y de contarlo con honestidad.
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.