Por Ailin Castañeda
¿Qué decimos cuando decimos “sustentable”?
A menudo damos por sentado que hablar de sustentabilidad equivale únicamente a cuidar el medioambiente, no tirar basura en la calle, hacer compost, usar menos el auto, no dejar el agua de la canilla corriendo si no la necesitamos, y y una larga lista de ejemplos cotidianos que podríamos mencionar. Podría considerarse casi una filosofía de vida.
Ahora bien, ¿es posible aplicar este principio a todos los ámbitos de nuestra vida diaria? Por ejemplo, si yo me voy de vacaciones, ¿sigo manteniendo los mismos criterios que tengo en mi hogar o en mi barrio, o suelto el sentido de la responsabilidad y dejo todas esas buenas prácticas para la vuelta?
Podría parecer un tema menor, sin demasiada relevancia; al fin de cuentas, ¿Qué daño puede causar relajarse unos días? Pero si esto lo trasladamos a toda la industria turística los números cambian.
De acuerdo a la ONU Turismo, en el año 2024 se trasladaron 1,4 mil millones de turistas alrededor del mundo. Esto indica que la actividad turística prácticamente ha recuperado sus niveles previos a la pandemia, y hasta marzo del corriente año tuvo un crecimiento del 5% comparado con el mismo periodo del año anterior.
Por lo tanto, las prácticas que adoptemos en nuestro tiempo libre incidirán directamente y en gran parte en la sustentabilidad ambiental. Actualmente se multiplican constantemente las ofertas de turismo sustentable que promueven experiencias distintas con unos valores centrados en satisfacer las necesidades de los turistas, gestionando los recursos de manera que cumplan con sus necesidades conservando la integridad cultural, los procesos ecológicos, la biodiversidad y los sistemas vivos. (OMT, 2004).
Con todo, han pasado dos décadas desde la creación de esta noción, por lo tanto, es importante preguntarnos cuáles son las creencias populares que giran en torno al turismo sustentable en la actualidad.
El furor por el verde
Una de las primeras cosas, sino la única, que nos viene a la mente al pensar en turismo sustentable es la necesidad imperiosa del verde. Tendemos a confundir la amabilidad con el entorno con la presencia de espacios verdes, bosques, selvas, zonas con mucha vegetación que nos pongan en evidencia obvia que estamos fuera de las grandes ciudades de turismo masivo.
En una de las clases de Turismo, Periodismo y Sostenibilidad, Marck Guttman explicó con gran claridad esta tendencia de “greenwashing”. Esta popularidad del color verde se ha asociado tanto a la sustentabilidad que en todos los sectores de todas las industrias lo replican para mostrar que sus productos o servicios están bajo esta ola viral del ecoturismo.

Y aquí aparece una nueva vertiente de esa sostenibilidad, como una nueva modalidad dentro de la industria turística. Si bien es un término que se acuñó en los años 80 de la mano del arquitecto Héctor Ceballos-Lascurain, el ecoturismo tuvo su auge luego de ser reconocido globalmente en el año 1996 por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), y recibió en el año 2002 la conmemoración internacional por la ONU como el Año Internacional del Ecoturismo para impulsar políticas en esta actividad.
“Es un viaje responsable a áreas naturales que tienen el propósito de conservar el medio ambiente, sustentar el bienestar de la población local y ofrecer oportunidades de interpretación y educación.” The International Ecotourism Society (TIES, 2015).
Como es fácil de deducir, no porque cubramos todo con hojas o usemos el color verde, vamos a estar en presencia de un proyecto sustentable. La tendencia verde se ha popularizado hasta el punto de convertirse, en muchos casos, en una obligación social: una forma de demostrar responsabilidad ambiental más que de practicarla, que nos hace parecer más responsables, mas empáticos con el planeta y con aquellos que enfrentan mayores carencias. Sin embargo, con el tiempo se ha ido perdiendo el sentido original de la práctica y con ello desdibujando su propósito, reemplazado muchas veces por gestos superficiales y estrategias de imagen.
Marck subraya que no todo lo que parece “verde” es sostenible, y que el ecoturismo solo es sostenible cuando respeta realmente la naturaleza, más allá de la estética o la promoción comercial.
Un gran debate se produjo alrededor de otra creencia —cada vez más extendida— de que las personas con mayores recursos o nivel educativo son las más responsables ambientalmente, una suposición que se sustenta en la idea de que, históricamente, las clases altas han tenido mayor acceso a la educación y a la innovación, mientras que las clases bajas se encuentran en el extremo contrario. Sin embargo, esta postura ignora las múltiples formas en que distintas comunidades ejercen la sostenibilidad desde la práctica cotidiana sin la necesidad de títulos universitarios, como por ejemplo en culturas indígenas donde la relación con la naturaleza y el respeto ambiental se expresan de otras formas, distintas de la validación académica o formal.
La popularización del “high-value guest” en la industria turística refuerza este eufemismo donde se prioriza el dinero que un turista puede gastar durante sus vacaciones por encima del impacto que su comportamiento pueda tener en las comunidades visitadas.
En este sentido, lo que se obtiene es una pérdida de autenticidad local y una masificación y pérdida de experiencia auténtica. En otro encuentro, una masterclass, Andrea Torres de FAADA nos cuenta experiencias en donde la conservación y preservación se muestra como una especie de espectáculo armado, en un juego de atracciones para los turistas que pagan fortunas por participar de experiencias supuestamente transformadoras, cargadas de emocionalidad pero que terminan con la foto clásica para redes sociales y poco de la conciencia real sobre la verdadera situación que acontece en el lugar. Esto se observa con frecuencia en el turismo de voluntariado, organizaciones que mueven grandes cantidades de dinero a cambio de viajes a destinos no desarrollados, con necesidades básicas no cubiertas, a sitios de rescate de animales, escuelas, entre otros, bajo la promesa de generar un cambio positivo en la comunidad, promesa que rara vez llega a concretarse.
La sostenibilidad como ética del viaje
“Creo que lo importante no es cuál de estos conceptos es con el que nos quedamos. Me parece que es importante saber que todo este movimiento de la sostenibilidad en el turismo viene de una preocupación o de un interés en la cuestión de la naturaleza, y cómo se incorpora después el aspecto social” – dice Marck; y como periodistas y comunicadores de viajes —tanto turísticos como no convencionales— tenemos la responsabilidad de transmitir esta preocupación con rigor, sensibilidad y sentido crítico.
La sustentabilidad no debería ser una etiqueta de moda ni un eslogan verde, sino una forma de relacionarnos con el mundo y con los otros, incluso cuando viajamos. Tal vez el verdadero desafío esté en asumir que cada decisión —por pequeña que nos parezca— deja una huella. Y que el turismo del futuro dependerá, más que de las tendencias, de la honestidad con la que decidamos mirar nuestro propio impacto.
Bibliografia consultada
Naciones Unidas (ONU). (2002). Año Internacional del Ecoturismo.
Organización Mundial del Turismo (OMT). (2004). Informe sobre el crecimiento del turismo global y la importancia de políticas sostenibles.
The International Ecotourism Society (TIES). (2015). Definición y principios del ecoturismo responsable.
Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). (1996). Reconocimiento global del ecoturismo.
