Tras las huellas de los grandes reporteros: Rutas de periodismo y guerra

Hay oficios que nacen del riesgo, y hay otros que se alimentan de la necesidad de contar lo que otros prefieren callar. El periodismo de guerra tiene un poco de ambos. Quienes lo ejercen no solo escriben, graban o fotografían: cruzan fronteras, se internan en territorios heridos por la violencia, y muchas veces, lo hacen con la única intención de que el mundo no mire hacia otro lado.

Detrás de cada crónica de guerra hay una historia de coraje, pero también de humanidad. Desde Crimea en el siglo XIX hasta los conflictos actuales en Gaza o Ucrania, los corresponsales han sido testigos incómodos de la historia, llevando la voz de quienes más sufren al centro de la conversación global.

Los primeros corresponsales de guerra: cuando todo comenzó

El periodismo de guerra, tal como lo conocemos, nació cuando la tecnología permitió que las noticias viajaran casi tan rápido como las balas. Uno de los primeros en arriesgarse fue William Howard Russell, del diario The Times. Sus relatos durante la Guerra de Crimea (1853-1856) no solo informaban: sacudían conciencias. Sus descripciones sobre las condiciones de los soldados británicos indignaron tanto a la opinión pública que incluso provocaron cambios en el ejército.

Luego vendrían otros nombres que marcaron época. John Reed, por ejemplo, vivió la Revolución Rusa de 1917 como pocos, y lo dejó plasmado en su famoso libro Diez días que estremecieron el mundo. Y cómo olvidar a Martha Gellhorn, quien rompió barreras siendo una de las primeras mujeres en contar la guerra desde adentro, con una mirada crítica, empática y profundamente comprometida.

Rutas del periodismo de guerra: los caminos que han contado el horror

Cada conflicto tiene su territorio, su idioma, su dolor… pero también su cronista. A lo largo del tiempo, algunas rutas se han convertido en referencias obligadas para quienes eligen contar el mundo desde sus heridas.

1. Europa: de la Guerra Civil Española a los Balcanes En los años 30, España fue un imán para periodistas de todo el mundo. Allí estuvieron figuras como Ernest Hemingway o el fotógrafo Robert Capa, quienes contaron la lucha entre republicanos y franquistas desde una cercanía visceral. Décadas más tarde, los Balcanes volverían a poner a Europa en el foco con la guerra en Bosnia y el asedio de Sarajevo. Periodistas como Christiane Amanpour mostraron al mundo lo que pasaba tras las trincheras, muchas veces a riesgo de sus vidas.

2. Oriente Medio: de Vietnam a Siria

Aunque Vietnam queda en Asia, es imposible no mencionarla cuando hablamos de periodismo de guerra. La cobertura de este conflicto transformó por completo la relación entre los medios y los gobiernos, y cambió para siempre cómo la gente veía la guerra desde sus casas.

Desde entonces, Oriente Medio se ha convertido en escenario habitual para periodistas que quieren contar lo que muchos no quieren que se sepa. Irak, Afganistán, Siria… son nombres que resuenan con fuerza. Reporteros como Clarissa Ward o James Foley han demostrado que, incluso en medio del horror, el periodismo puede ser un acto de dignidad.

3. América Latina: entre guerrillas, dictaduras y narcos

Nuestra región también tiene sus propias batallas. La Revolución Cubana, las dictaduras del Cono Sur, las guerras civiles en Centroamérica… En América Latina, los periodistas han sido muchas veces los únicos en documentar las violaciones a los derechos humanos.

Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura argentina tras escribir una carta abierta al poder. Gabriel García Márquez, que antes de ser Nobel fue cronista. Hoy, nuevos retos siguen marcando el oficio en esta parte del mundo: el narcotráfico, las pandillas y la corrupción han hecho de países como México o Colombia territorios peligrosos para ejercer el periodismo.

Más allá del riesgo: el legado de los que no se callan

Contar la guerra no solo implica peligro físico. También significa enfrentarse a la censura, la desinformación, las presiones del poder. Y aún así, muchos periodistas insisten. Porque saben que su labor es vital: si no se cuenta, no existe. Si nadie lo ve, nadie lo entiende.

Hoy, en plena era digital, hay nuevas formas de narrar. El periodismo ciudadano, las redes sociales, los podcasts y los documentales permiten que las historias viajen más lejos. Pero el espíritu sigue siendo el mismo: estar ahí, mirar de frente y contar lo que duele.

Quienes se dedican al periodismo de guerra nos recuerdan algo que a veces olvidamos: que detrás de cada conflicto hay personas, y que la verdad —aunque incómoda— es un derecho que merece ser contado. Sus pasos abren caminos, y su valentía enciende una luz en medio de tanta oscuridad.

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