Por Mario Lorenzo (Mario Trotamundos).
Querida compañera/ compañero de pasión viajera:
Si estás leyendo estas líneas, seguramente estés iniciando el camino que un día yo también emprendí: el del periodismo de viajes de la mano de la School of Travel Journalism. Si no lo has hecho ya en tu periplo profesional anterior, estás a punto de descubrir que este oficio no es solo contar lugares, sino aprender a habitar los silencios, escuchar voces que muchas veces no se oyen, y encontrarte cara a cara contigo mismo en cada destino. Te adelanto que vas a transitar un camino exigente, porque te demandará que contribuyas al entendimiento del alma de un mundo que a veces no se deja contar fácilmente.

En el caso de que solo se me permitiese una única recomendación, lo tendría claro: “Sé sincero. Sé auténtica”. Escucha siempre lo que te mueve por dentro y comparte desde ahí, desde lo más profundo, desde lo que verdaderamente te mueve y apasiona. No desde lo que esperas que guste, ni desde lo que el algoritmo premia. Somos periodistas de viajes, no solo creadores de contenido. Nuestra responsabilidad, nuestro valor no está en seguir la corriente, sino en atrevernos a mirar más allá y contarlo con sinceridad, con autenticidad, con profundidad analítica y con pasión.
Venía del mundo de la comunicación institucional, del periodismo “para ayer”, arrastrando a veces el peso del paso cansado de quien escribe sin respirar. No sin dificultad, en esta escuela aprendí a caminar más lento; a tomar notas y escribir con los cinco sentidos; a preguntar no solo el qué sino el porqué; a no buscar la perfección, sino la verdad. Una verdad subjetiva, claro, pero comprometida. Porque no se trata de llegar a todo, de tenerlo todo bajo control, de jugar a ser perfecto. A veces, simplemente lanzarse a la aventura —de escribir, de grabar, de montar un podcast— ya es un acto de valentía.
Sí, yo también estuve ahí, donde ahora estás tú: soñando a ratos, dudando a momentos, buscando mi voz, luchando contra el síndrome del impostor, enfrentándome al miedo al bloqueo… Pero, créeme, lo estás haciendo tan bien, porque todo enriquece el camino.
Viajar y contar el mundo es un privilegio, sí, pero también una responsabilidad ética. No estamos aquí para juzgar, romantizar o vivir de hipérboles. Estamos para narrar desde la profundidad, con conocimiento de causa, con respeto, con empatía. Para compartir lo vivido sin reducirlo a postales. Para recordar que el alma de los lugares no está en los monumentos, sino en las personas que los habitan.
Conecta con ellas. Escucha y observa con atención. No pienses tanto en lo que vas a decir, sino en lo que la otra persona tiene para enseñarte. Desde la reciprocidad nacen las mejores historias.
Estamos en una era en la que el turismo se ha vuelto masivo, a veces invasivo, y muchas veces acrítico. Hay lugares que ya no pueden más. Hay culturas reducidas a espectáculo. Y ahí, justamente ahí, entra en juego nuestro rol.
El periodismo de viajes del futuro necesita miradas nuevas y valientes, pero también humildes. Miradas que sepan aprovechar la tecnología, sí —la inteligencia artificial, las herramientas de edición, la analítica digital—, pero sin perder de vista lo esencial: tu mirada, tu voz, tu esencia. No te obsesiones con las métricas. Lo importante no es cuántos te siguen, sino a quién logras tocar con tus palabras.
En mi caso, entendí que quería contar el mundo “en viaje y alma” y, además, incorporarle un ingrediente pasional que, durante el camino, descubrí que siempre había formado parte de mí: las fiestas populares. No solo persigo los kilómetros recorridos, sino las emociones compartidas, los latidos del corazón del folclore y las expresiones culturales del mundo. Las preguntas que emergen en la ruta, las revelaciones, las incomodidades, los vínculos… Todo eso configura la brújula que me guía. Y te invito a que busques la tuya. Que construyas un estilo propio, desde lo que eres, desde lo que sientes.
Es indudable que en este camino habrá dudas, comparaciones, miedos, bloqueos… Sentirás que no llegas, que no sabes lo suficiente, que tu historia no es lo bastante buena. Pero si te nace del alma, si viene de un lugar honesto, entonces ya tiene valor.
Apóyate en tus compañeras y compañeros. Crea sinergias. Comparte lo que sabes y aprende de lo que otros tienen para ofrecerte. Esta profesión no se construye en solitario: se teje en red, en comunidad, con afectos.
Hoy más que nunca, el turismo necesita otra forma de contarse. Menos superficial, más consciente, más humana. Porque los viajes pueden cambiar destinos, para bien o para mal. Y tú, con tus palabras, con tu cámara o tu voz, puedes contribuir a ese cambio.
Así que viaja con los ojos abiertos y el alma dispuesta. Cuenta lo que veas, pero, sobre todo, lo que sientas, desde la honestidad, el respeto y el análisis. No tengan miedo de incomodar si es para decir una verdad que puede suponer transformación positiva.
Y, sobre todo, disfruta del camino. Incluso, aunque sea complicado, hazlo también de los momentos de zozobra. Ahí radica el equilibrio y la grandeza no solo de esta profesión, sino de la vida. Porque, por muchos momentos de zozobra que haya, la plenitud de los momentos que se viven en cuerpo y alma equilibran la balanza. El recuerdo de las lágrimas de felicidad y plenitud en pleno Carnaval de Oruro (Bolivia), destino de mi viaje de TFM, sigue erizándome el corazón.
Transita ese camino que estás iniciando con el firme propósito de entender el mundo con los pies en la tierra, la mirada en lo humano y la mano en tu alma, para garantizar el futuro del periodismo de viajes.
Con gratitud y esperanza,
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.