De playas a cultivar con amor para grandes restaurantes

Jean Pierre Prieto.

En el latente barrio Olaya Herrera, justo en el corazón de Cartagena, se encuentra la casa de Yarlis Ortiz, una mujer que ha transformado su vida y la de su familia, gracias al cultivo de flores comestibles. Lo que comenzó como una simple tarea escolar terminó convirtiéndose en un emprendimiento de dignificación. Hoy, sus cultivos hacen parte de la elaboración de platos de reconocidos chefs en restaurantes de alta cocina.

Oriunda y criada entre las calles polvorientas de Olaya, Yarlis empezó su vida como vendedora informal en las playas de Bocagrande, caminando horas bajo el sol inclemente para ganarse el pan de su familia día tras día. Nunca tuvo estudios formales, mucho menos conocimientos sobre agricultura. Su mundo estaba definido por la supervivencia, la pobreza y una casa apenas armada para vivir con su familia.

Un día sin saberlo cambió el rumbo de su vida. Su hijo llegó a casa con un proyecto escolar: sembrar y cuidar plantas en el patio de su casa; como incentivo, el colegio ofrecía una especie de “ahorro programado” para su futuro universitario. Aunque parecía algo pasajero, Yarlis vio más allá, se le encendió una idea: ¿y si aprendía a cultivar más? ¿Y si esto se convirtiera en una oportunidad para cambiar mi vida?

Fue entonces cuando apareció la Fundación Granitos de Paz, una organización que desde hace más de veinte años trabaja incansablemente en las comunidades más vulnerables de Cartagena, promoviendo el desarrollo integral de las familias a través de iniciativas como la creación de huertas urbanas, que transforman patios olvidados en verdaderos oasis de vida, alimento y esperanza. La Fundación llegó con algo más que semillas, arraigó con conocimientos, herramientas, talleres y acompañamientos continuos.

Yarlis aprendió como preparar la tierra y nutrirla sin químicos, recolectar agua de lluvia y sembrar en poco espacio, para cultivar pero desde el respeto por los ecosistemas. Hoy su huerta es un modelo de sostenibilidad. Cultiva clitorias, campanitas, verdolaga, flor de mostaza, hierbabuena, coralitos, entre otras muchas otras flores y hierbas comestibles que son demandadas por la alta cocina local. Su casa, antes era humilde y gris, ahora es un jardín comestible que deslumbra por su colorido, el revoloteo de mariposas y un aroma que embriaga.

Cada troja es testigo de su transformación. Una troja “es una plataforma de madera debidamente acondicionada, donde se coloca una mezcla de tierra, arena y material orgánico. Allí se siembra la semilla para que la plántula tenga un ambiente que facilite la germinación y desarrollo de sus primeras raíces y hojas.”. Gracias a los programas de Granitos de Paz, más de 460 familias en Cartagena han vivido procesos similares.

Yarlis de caminar entre arena de mar, hoy camina con orgullo entre flores, compartiendo su conocimiento con muchas personas que las visitan, entre estas: estudiantes, chefs y periodistas. Su sueño es expandir más y más su huerta, porque en cada cultivo, florece también una historia de superación y de comunidad.

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

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