Por Raquel Alcalde Chamorro.
Tengo miedo, no es algo que tema admitir. Queda menos de un mes para mi viaje y estoy más asustada que nunca. No es por el destino en sí, sino por el documental. Me aterra que pueda salir mal o enfrentar problemas a la hora de grabarlo, aunque sepa que es muy
probable que así sea.
Siempre he sido muy perfeccionista, una de estas personas que prefieren no hacer algo a hacerlo mal. Es por eso que cuando en la primera de estas publicaciones me pregunté cómo se puede equilibrar la planificación previa con la flexibilidad necesaria, lo hice a modo de pregunta personal, pues me encanta planificarlo todo. Me da una sensación de control, como si el hecho de tener cada detalle bajo control pudiera garantizar que todo salga bien. Es una ilusión, lo reconozco, pero aún así parece que me esfuerzo por mantenerla.
A medida que se acerca el día de partida, la sensación de inseguridad crece. Temo que se me cancele la entrevista que tengo planeada, que la grabación no capture la esencia del lugar o no lograr transmitir la atmósfera que quiero compartir. La verdad es que estos miedos a la vez me están empujando a seguir adelante. A pesar de mis temores, sigo sintiendo una gran emoción por este viaje.

La idea de caminar por sus levadas, de conocer a los lugareños, sus historias, opiniones, de sumergirme en un entorno tan diferente al que estoy acostumbrada, me despierta una sensación inexplicable. Es un deseo de empaparme en todo eso para poder transmitirlo después a través de mi documental.
Creo que el miedo y la emoción son dos caras de la misma moneda y por mucho que lo intente no puedo desvincularlos. Este viaje, este documental, son el resultado de un proceso de aprendizaje. Y lo curioso es que, más que ahondar en el TFM, estoy logrando investigarme a mí misma. Algo que antes me preocupaba mucho era la calidad visual de mi proyecto, teniendo en cuenta que no cuento con grandes equipos como un dron, una buena cámara de vídeo o un
buen teléfono que me sirva de respaldo. Lo que tengo a mano es una cámara de segunda mano y un trípode de dudosa estabilidad. No obstante, ya no lo veo como una barrera: voy a hacer lo que pueda con lo que tengo.
A veces, personalmente, lo que más impacta no es la perfección técnica, sino la cercanía, originalidad y honestidad de las historias. A la hora de consumir reportajes, artículos y documentales aprecio más el relato, la gente, el lugar y la verdad. Es hora de aplicar eso a mi trabajo como periodista.
Este viaje será un paso más en mi camino hacia convertirme en la profesional que quiero ser: alguien capaz de escuchar, de adaptarse y, sobre todo, ser fiel a la historia y la realidad, sin importar los miedos ni los imprevistos que surjan en el camino.
Al final, parece que tendré que admitir que es en la imperfección donde está la verdadera belleza. Y, en este viaje, lo que menos debería importarme es que todo salga perfecto. Lo que importa es que salga real.
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.