En la primera semana del máster, los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y del Máster en Periodismo Gastronómico se enfrentaron a una pregunta tan simple como infinita: ¿qué es un viaje?.
La consigna, que inauguró el curso académico, no buscaba una definición unívoca, sino un punto de partida: comprender cómo cada mirada, cada trayectoria personal y cada enfoque profesional dan forma a la base teórica de una disciplina que existe precisamente para narrar el movimiento, la experiencia y la transformación.
Nos propusimos, de alguna forma, desarmar la definión de la OMT:
El término “viaje” designa todo desplazamiento de una persona a un lugar fuera de su lugar de residencia habitual desde el momento de su salida hasta su regreso. Por lo tanto, se refiere a un viaje de ida y vuelta. Los viajes que realizan los visitantes son viajes turísticos.
El resultado fue un mosaico de perspectivas que, juntas, revelan la complejidad del oficio. Para algunos, el viaje es un acto de transformación interior, “un regreso hacia uno mismo”, mientras que para otros se trata de un método de observación, una manera de “documentar, analizar y comprender los territorios, las culturas y las personas con las que se entra en contacto”.

Desde la mirada gastronómica, varios alumnos coincidieron en que viajar es degustar el mundo: entender la identidad de un pueblo a través de su cocina, sus sabores y sus rituales. En palabras de uno de ellos, “viajar es sentarse a la mesa con desconocidos, probar lo que nunca se ha probado y traducirlo en palabras que despierten hambre de mundo en los demás”.
Otros, en cambio, se acercaron al viaje como una herramienta de conocimiento intercultural y ético. “Viajar no es improvisación ni aventura: es planificación, empatía y responsabilidad”, escribió una estudiante, recordando que el periodismo de viajes implica tanto observar como retribuir; no solo contar historias, sino contribuir a que los lugares y las comunidades sean vistos con justicia y respeto.
Entre definiciones más introspectivas, surgió también la idea del viaje como rito, como tránsito que deja huellas visibles e invisibles: “Viajar no es acumular lugares, sino dejarse transformar por ellos. Es pasar de la observación a la conexión, de la mirada superficial al encuentro profundo”.
Desde esta perspectiva, el desplazamiento se convierte en una metáfora de la formación misma: cada alumno inicia su propio recorrido intelectual y emocional, una travesía que los invita a mirar el mundo —y su propia práctica profesional— con ojos nuevos.
El debate y las reflexiones compartidas en esta primera actividad confirman algo esencial para la escuela: que el aprendizaje comienza con una pregunta, y que viajar —como escribir, investigar o cocinar— es también un modo de pensar.
En definitiva, repensar el concepto de viaje es el primer paso para comprender el papel del periodista contemporáneo, un profesional que se mueve entre culturas, observa con sensibilidad y comunica con propósito.
Así, desde los primeros días de clase, los alumnos ya están en camino: aprendiendo a viajar, a mirar y a narrar con conciencia.