Rumanía a través de nuevos ojos

Por Raquel Alcalde Chamorro.

El sol de mediodía se filtraba entre las copas de los árboles en aquel parque, alumbrando los caminos con un halo dorado. Era mi segundo día en la capital rumana, y mientras caminaba entre bancos de madera y estanques tranquilos, me sentía envuelta por una atmósfera de serenidad. Sus amplias áreas verdes y el lago tranquilo creaban un refugio donde la naturaleza te hacía olvidar el bullicio de Bucarest.

La conversación con Miguel, mi amigo y compañero en aquel viaje fluía mientras andábamos por aquellos caminos y nos deteníamos de vez en cuando a hacer fotos y contemplar el paisaje. Hablábamos sobre las expectativas que teníamos de aquel viaje y las primeras impresiones. Ambos coincidimos en que Rumanía no era inicialmente un destino que nos hubiera atraído. Teníamos ciertos prejuicios sobre este país. Hace unos meses, habría pensado en él vecino lejano del este, frío, con reminiscencias soviéticas y vinculado a la cultura gitana.


Pese a ello, nuestras primeras impresiones pronto fueron desafiadas por la realidad que estábamos descubriendo. Las risas y llenaban el aire mientras las familias recorrían el parque, algunas parejas tomadas de la mano, otras disfrutando de paseos en bicicleta. Yo me había encargado de planificar los tres primeros días del viaje, que eran los que pasaríamos en la capital, y visitar el Parque Herastrau resultó ser una excelente decisión.


Una de las características más destacadas del lugar era su extenso lago, que ocupaba una gran parte de su superficie. El agua tranquila reflejaba el cielo azul y las sombras de los árboles. Las orillas del lago estaban decoradas con cafés, restaurantes y numerosas estatuas, proporcionando un ambiente ideal para comer allí. Al día siguiente partimos en autobús hacia Sarata Monteoru, un pequeño pueblo a un par de horas. El viaje nos llevó a través de paisajes rurales. Me impresionaron los bosques verdes y toda la naturaleza que nos rodeaba mientras avanzábamos por la carretera.

Nunca me hubiera imaginado aquella vista, las imágenes no le hacían justicia. Llegamos a la pensión por la tarde y conocimos a quienes serían nuestros amigos la próxima semana y es que habíamos viajado hasta allí para formar parte de un curso de formación sobre sostenibilidad de la Unión Europea. Los trabajadores de la pensión nos recibieron con hospitalidad y nos hicieron pasar una estupenda velada en la que nos pusieron platos típicos rumanos.

El siguiente día amaneció con un sol radiante que entraba por mi ventana iluminando toda la estancia. Al salir al balcón me sobresaltó lo que ví. Aquel hospedaje estaba rodeado por un bosque espeso. La tarde anterior no pude apreciar el entorno debido a que ya estaba atardeciendo. Di gracias a que los siguientes 10 días amanecería con aquella vista.


Durante el día, aprendíamos y caminábamos por senderos que serpentean entre colinas cubiertas de bosques, disfrutando de vistas panorámicas que se extendían hasta el horizonte. En las noches, disfrutábamos de las cálidas noches en las inmediaciones del lugar.


En un par de días más, todos mis prejuicios iniciales sobre el país, basados en estereotipos, se vieron transformados por lo que descubrí, por el entorno tan verde y precioso, por la amabilidad de las personas que distaban mucho de ser «vecinos lejanos del este» En solo un par de días, todos mis prejuicios iniciales sobre el país, basados en estereotipos arraigados, se vieron completamente destruidos.

El entorno tan verde e inesperado, la capital tan jovial y aquel pueblo, junto con la sorprendente amabilidad de las personas, desafiaron por completo mi percepción de ellos como simples «vecinos lejanos del este».

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

Deja un comentario

Contacto

School of Travel Journalism

+34 623 98 10 11

hola@schooloftraveljournalism.com

Centro Colaborador de