Por Giovanna Serrano Aguilar.
Una de las lecciones más valiosas que me dejó la clase de gestión de redes sociales fue comprender la relevancia de una parrilla de contenidos para redes sociales. Más allá de ser una simple herramienta de organización, descubrí que se trata de una estrategia clave para comunicar con claridad, coherencia y propósito. Es una forma de transformar ideas en mensajes que conecten con las personas, y eso, en un proyecto como el mío —que busca poner en valor la riqueza cultural y gastronómica de Oaxaca—, resulta fundamental.
Mi Trabajo de Fin de Máster Periodismo Gastronómico gira en torno a cómo la gastronomía no solo alimenta el cuerpo, sino que también cuenta historias, tradiciones y formas de vida profundamente arraigadas en el territorio oaxaqueño. Desde los mercados del centro histórico hasta los platillos tradicionales del Istmo o la costa, cada elemento tiene algo que decir. Pero ¿Cómo contar todo eso de manera eficaz en un entorno digital tan saturado de información? Ahí es donde entendí que la parrilla de contenidos no es solo una tabla con fechas y temas, sino una brújula que permite ordenar y potenciar el relato.

Al aplicar este concepto a mi investigación, me di cuenta de que no basta con tener buenos contenidos, sino que es crucial saber cuándo, cómo y para quién compartirlos. La cultura gastronómica de Oaxaca es amplia y diversa, y corre el riesgo de diluirse si no se presenta con intención. La parrilla me obliga a pensar estratégicamente: ¿Qué mensaje quiero transmitir esta semana?, ¿Cuál es el mejor formato para contarlo: una receta, una historia detrás de un ingrediente?, ¿Una entrevista con una cocinera tradicional?, ¿A qué tipo de público me dirijo? Esta planificación detallada me permite ser más coherente, conectar con distintas audiencias y, sobre todo, mostrar la complejidad del tema sin perderme en el intento.
A medida que avancé en este enfoque, surgieron nuevos desafíos. Uno de ellos fue el riesgo de caer en una comunicación demasiado mecánica o predecible. La parrilla debe ser una guía, no una jaula. También apareció la cuestión ética: ¿Cómo representar de manera justa las voces locales?, ¿Cómo evitar la folklorización de las prácticas culturales?, ¿De qué manera puedo invitar al diálogo y no solo a la contemplación? Estas preguntas han enriquecido mi proyecto y me han hecho ver que la comunicación en redes es también un acto de responsabilidad.
A partir de lo aprendido, formulé una hipótesis que se ha vuelto central en mi investigación: una estrategia de contenidos basada en una parrilla bien estructurada permite no solo una difusión más eficaz de la relación entre cultura y gastronomía en Oaxaca, sino también una representación más consciente y respetuosa de sus protagonistas. Esto implica que no solo se debe planificar qué se publica, sino también cómo se representa y desde qué mirada se construyen esos relatos.
Mirando en retrospectiva, esta clase no solo me proporcionó una herramienta técnica; me ofreció una nueva manera de pensar mi proyecto. Me hizo ver que comunicar es también construir realidades, y que detrás de cada post hay una oportunidad para educar, sensibilizar y conectar. Gracias a la parrilla de contenidos, ahora tengo una estructura flexible pero firme que me permite amplificar las voces que quiero visibilizar, sin perder el enfoque ni el respeto por el contexto del que provienen.
Sin duda, esta experiencia ha fortalecido mi visión del proyecto. Me ha dado más claridad para articular mi discurso, más recursos para ordenar las ideas y más conciencia sobre el impacto que pueden tener las redes sociales si se usan con intención. Hoy siento que no solo estoy investigando sobre la cultura y la gastronomía de Oaxaca, sino también aprendiendo a compartir su riqueza de una manera más honesta, cuidadosa y efectiva.