Por Mario Lorenzo.
Acabo de regresar de mi viaje de dos semanas al Carnaval de Oruro (Bolivia), objeto de mi TFM del Máster de Periodismo de Viajes, y, todavía con una mezcla de nostalgia y alegría anclada en mi corazón, me enfrento al desafío de ponerme al día de las clases pasadas y de los deberes encomendados durante mi ausencia, por no hablar del resto de la suma de tareas de la propia vida.

Entre dichas tareas marcadas en azul celeste en el calendario del máster (por cierto, como los cielos luminosos de Bolivia), desgraciadamente, todavía sin ser cruzada por una significativa línea horizontal que revela su cumplimiento, está este post para el blog de la STJ que se antoja más llevadero porque me retorna a las calles de Oruro.
En una de las últimas clases, de la mano de Diana Melo, hemos conocido y profundizado en los doce arquetipos de la personalidad de marca, uno o varios de los cuales tiene que convertirse a partir de ahora en nuestra particular Biblia, en nuestro Corán, en nuestro Bhagavad Gita… para nuestra presencia en redes sociales. Unicidad, coherencia y consistencia y, sobre todo, conexión con nuestro público objetivo es la promesa de la elección.
Pero, he de ser sincero, pese al atractivo de la promesa y a la necesidad de aplicar mi voto sin demasiada demora, todavía no he conseguido decantar la balanza hacia uno u otro arquetipo.
Ahora bien, si cierro los ojos y me teletransporto a las calles de Oruro (tarea que no me supone ningún esfuerzo), me imagino cual Mario Bros saltando, en vez de tubería en tubería, de grada en grada y fijando la vista en un “explorador” aquí, un “sabio” allá, un “rebelde” en la avenida 6 de agosto, un “inocente” a los pies del santuario de la Virgen del Socavón… y así hasta localizar e identificar los 12 arquetipos de la personalidad de marca.
Porque sí, entre los más de 400.000 visitantes que se calcula que llegan al Carnaval de Oruro durante los dos días de Peregrinación y Carnaval, hay un nutrido número de creadores de contenidos e influencers y hay algunos que, como dirían por tierras chilenas, se les identifica “al tiro” cuál es su arquetipo de personalidad de marca. Por cierto, el algoritmo de mis redes sociales también los tiene identificados, porque, aún después de haber transcurrido varios días desde mi retorno, todo lo que aparece en mi pantalla son contenidos carnavaleros.
Parece que la identificación de los arquetipos sí que se me da bien. De hecho, no solo es que los he identificado echando la vista atrás a mis días en Oruro, sino que he compartido con ellos y hasta, directa o indirectamente, he formado parte de sus contenidos. Por ejemplo, a través de uno de mis ahora “hermanos” orureños, conocí al “rebelde” y “bufón” Pablo Osorio , y participé detrás de cámara en la grabación de uno de sus vídeos para Tik-tok.
También tuve la suerte de entrevistar al “sabio” Maurice Cazorla, mi principal facilitador de contactos en Oruro y probablemente una de las personas que más sepa de la historia, el folclore y el Carnaval orureño.
Incluso, si lo pienso bien, yo mismo me desempeñe bajo el paraguas arquetípico de “sabio” en algunas de las entrevistas que participé, como la conexión que hice con Tele Elda desde allá o mi participación en el videopodcast Calvario que dirige el también “sabio” e investigador Miguel Ángel Foronda.
Quizá, fruto de la observación y la reflexión, empiezo a tener un poco más definidos mis arquetipos o, al menos, mis aspiraciones de arquetipos. Pero, sea como fuere, hay un desafío que sigue latente, el de no desviarse en exceso del “hombre corriente”.


