Menonitas de Chihuahua: entre modernidad y tradición

Por Katerina Mandrygina.

Aunque los menonitas llegaron a México buscando preservar su modo de vida tradicional y religioso, hoy enfrentan una contradicción: para sobrevivir (económica, social y tecnológicamente), han tenido que aceptar ciertos elementos del mundo moderno, sin renunciar del todo a sus valores. Este equilibrio inestable entre tradición y modernidad plantea una pregunta de fondo: ¿puede una comunidad sostener su identidad aislada en un mundo cada vez más globalizado?

A las afueras de Cuauhtémoc, en el estado de Chihuahua, el paisaje cambia. El español cede su lugar al plautdietsch, un dialecto del bajo alemán, las casas se vuelven más austeras y las normas de convivencia más estrictas. Es el mundo de los menonitas, una comunidad que ha vivido durante más de un siglo aferrada a la idea de separación: de la sociedad, del Estado, de los placeres modernos. Sin embargo, basta con mirar con atención para notar una algo: esa misma comunidad que desconfía del progreso tiene tractores guiados por GPS, refrigeradores eléctricos y, en algunos casos, redes sociales.


El equilibrio entre tradición y modernidad no es solo una cuestión estética o anecdótica; es un terreno de negociación constante que afecta lo más profundo de la identidad menonita. ¿Cómo mantenerse fiel a una cultura que predica la simplicidad cuando el mundo a tu alrededor se acelera cada día más? La llegada de los menonitas a México en los años 20 del siglo XX fue resultado de un acuerdo con el gobierno posrevolucionario: tierras a cambio de autonomía cultural.

Por décadas, los menonitas vivieron como si el tiempo no pasara. Sin televisión, sin autos modernos, sin electricidad en muchas casas. Su vida giraba en torno al trabajo agrícola, la comunidad y la fe. Pero los retos del siglo XXI —desde el cambio climático hasta la competitividad del mercado— obligaron a muchos a abrirse más al mundo. La necesidad económica empujó a adoptar tecnologías agrícolas avanzadas, incluso cuando estas contradicen el ideal de autosuficiencia.


Hoy es común encontrar tractores de última generación en los campos menonitas. Algunos jóvenes usan WhatsApp para comunicarse con proveedores o vender productos. La electricidad, antes prohibida, ha sido aceptada de forma “funcional”: no se usa para entretenimiento, pero sí para conservar alimentos o mantener en funcionamiento los talleres mecánicos.


Lo fascinante es cómo esta transición no ha provocado una ruptura evidente. Algunas colonias permiten ciertos avances; otras los rechazan. En una misma familia puede haber hermanos con estilos de vida radicalmente distintos: uno fiel a las normas más estrictas, otro con celular y camioneta.

Lo que está ocurriendo en Chihuahua es una transformación cultural profunda. No es la historia de una comunidad que resiste o cede, sino la de una identidad que se reconstruye con cada decisión cotidiana: ¿usar o no usar internet? ¿Estudiar fuera de la colonia? ¿Permitir a las mujeres trabajar más allá del hogar? La tensión entre tradición y modernidad no es exclusiva de los menonitas, pero en ellos se vuelve más evidente.


La gran pregunta no es si los menonitas cambiarán, sino cómo. Qué conservarán, qué dejarán ir, y qué nuevas formas de vivir inventarán en el proceso. Porque, al final, todas las culturas están hechas de eso: de adaptaciones, de contradicciones y de reinvenciones.

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

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