Por Patricia Xercavins.
La semana pasada no solo fue una semana poco habitual sin clases, sino que también ha sido una pausa respecto a mi destino de viaje del TFM, después de meses focalizada en él. Pero, a la vez, ha sido una semana intensa de preparación indirecta del proyecto.
Sí, soy consciente de que esta frase suena contradictoria y que no parece lo más recomendable con lo cercana que está la fecha del viaje. Pero esta Semana Santa, parto para lo que será una etapa iniciática de prácticas: mi primer viaje en clave de periodista de viajes.
Mi proyecto busca documentar, a través de entrevistas en sus propios hogares, cómo viven las mujeres en diferentes contextos culturales y arquitectónicos. Y el tramo Tánger-Dakhla de mi viaje de máster no es un tramo de la costa atlántica de África escogido al azar. Sino que corresponde a la segunda etapa de mi viaje a la vuelta al mundo por etapas que empieza esta misma semana. No me lo creo, todo llega.
La primera etapa me llevará por la costa atlántica de la península ibérica desde San Sebastián hasta aproximadamente Tarifa, pasando por Portugal. Así que, ¿Qué mejor momento para poner en práctica y reflexionar sobre algunas de las herramientas aprendidas durante lo que llevamos de máster? En este proceso no me sorprende descubrir que me apasiona la investigación de los lugares, la planificación, y la obtención de los contactos. La escritura siempre me ha servido como herramienta, ya sea para ordenar pensamientos o para redactar crónicas de mis viajes para que me ayuden a recordarlos mejor. Pero siempre he escrito de una forma desordenada y privada, sin una pauta ni un objetivo. Y de momento, al menos antes del viaje, es la parte del máster que más estoy disfrutando. Practicar, estructurar y ordenar mi escritura, darme tiempo para ella en esta vida ajetreada, sin casi tiempo para una misma, está siendo un regalo. Estos ratos para escribir unas líneas me sirven de reflexión y, a la vez, de autodeclaración de intenciones. Y no solo para mí, por primera vez, hay alguien al otro lado leyendo lo que escribo, y eso me ayuda a centrarme y ponerle un objetivo claro.
Paralelamente, hay toda una parte del aprendizaje de estos meses que aún no he puesto en práctica, ya sea por falta de tiempo o por la excusa de que “aún no estoy de viaje”. Y estos días he descubierto que no es casual. La parte de los contactos en esta avanzadilla del viaje, me está resultando algo más fácil que la de Marruecos y Sáhara Occidental. Pero al preparar las entrevistas, me he encontrado con lo que parece que será mi talón de Aquiles del proyecto. ¿Cómo puedo plantear entrevistas a mujeres que han confiado tanto en mí como para abrirme las puertas de su casa, sin incomodarlas, pero que a la vez logren respuestas de valor a las preguntas complejas planteadas por la investigación?
Y esta semana lo he visto claro, no es suficiente tener el plan atadísimo. Me hace falta ponerme manos a la obra, enfrentarme a los temores, aunque incomoden, y practicar y permitirme fallar para poder mejorar.
Así que me encuentro haciendo la mochila de mi primer viaje periodístico. Y no solo la lleno de ropa, cámara, micrófono y bloc de notas: también la cargo de intenciones y objetivos. El principal, perderle el miedo a la entrevista. Y es que cada día tengo más claro que quiero ser una periodista que narre desde la empatía y el respeto historias que habitualmente no tienen el espacio que deberían tener en los medios. Quiero mostrar la realidad sin filtros y de forma constructiva, creando espacios seguros, combatiendo estereotipos y ojalá inspirando. Creo que estoy en el buen camino para conseguirlo, pero la clave estará en encontrar el equilibrio en las entrevistas. Y ese equilibrio espero encontrarlo en el terreno.
Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.
