“Clics, cocina y contradicciones: cuando el algoritmo se sienta a la mesa”

Por Giovanna Serrano Aguilar.

Esta semana, algo cambió en mi forma de pensar el proyecto. No fue una gran revelación épica. Fue más bien como una de esas frases que no sabes si te gustaron o te incomodaron, pero que no puedes sacarte de la cabeza. Fue en la clase de Emprendimiento Digital Gastronómico con Jesús Sánchez, cuando nos dijo: “Cuando iniciamos un proyecto nuevo, estamos obsesionados en atraer público nuevo, cuando lo que debemos hacer es retenerlo.”

Y ahí algo se encendió.
Hasta ese momento, yo estaba completamente enfocada en la idea de visibilizar. Mostrar, compartir, difundir. Quería llegar a nuevos públicos, hacer que personas fuera de Oaxaca conocieran estas historias de resistencia que se cocinan con fuego lento en las comunidades. Pero no me había detenido realmente a pensar en qué pasa después de que ese público llega. ¿Se queda? ¿Se conecta? ¿Sigue el hilo? ¿Vuelve?

Pensé en mi TFM y en cómo había estructurado todo en torno al valor periodístico y cultural de las historias. Mujeres que cocinan con leña, que heredan saberes a través del maíz, que resisten desde el fogón. Había una intención muy clara de contar desde la raíz, desde el territorio. Pero de pronto me di cuenta de que no había reflexionado lo suficiente sobre cómo generar una relación duradera con quien las lee, las escucha o las ve.


Y eso me hizo revisar mis certezas. Porque en ese afán de “alcanzar más”, estaba dejando de lado la posibilidad de “profundizar mejor”. La clase también me confrontó con otra frase potente de Jesús: “No trabajéis para Google, trabajad para vosotros y sed honestos con vosotros mismos.” La anoté sin saber muy bien por qué, pero más tarde me cayó como un balde de agua fría. Porque sí, a veces siento la presión de “hacer que funcione”, de que la historia se vea bien en Instagram, de usar los hashtags correctos, de pensar en SEO. Y me doy cuenta de que, sin querer, una parte de mí había empezado a trabajar para el algoritmo. No porque me interese complacerlo, sino porque me da miedo que las historias no se escuchen si no juego con sus reglas. Pero… ¿de verdad quiero hacer un proyecto pensado para Google? ¿O quiero hacer uno que honre el sentido profundo de esas historias que me han sido confiadas?

Esa pregunta me reordenó por dentro. Y me hizo ver que el desafío no es dejar de usar herramientas digitales, sino no perderme en ellas. No dejar que la lógica de los “clics” silencie la verdad de una historia que merece contarse a su ritmo, en su voz, desde su tierra.


Hoy entiendo que necesito una estrategia, sí. Pero una que me represente, que sea coherente con mi mirada, con mi ética, con el compromiso que tengo con el territorio y con las personas que me han abierto las puertas de sus casas. ¿Cambiaría algo en mi plan de trabajo tras esta clase? Sin duda. Ya no pienso solo en cómo alcanzar a más personas, sino en cómo construir una comunidad en torno a mi proyecto. Gente que se quede, que vuelva, que se involucre. Y para eso, tengo que ser más honesta conmigo misma sobre lo que quiero decir, cómo quiero decirlo y por qué lo digo.


Hoy me siento en esa encrucijada. Con la olla en el fuego, preguntándome con qué ingredientes digitales voy a cocinar la estrategia de mi proyecto. Y si bien todavía tengo muchas dudas, ahora las abrazo como parte del camino. Porque crecer también es eso: dejar que las certezas se mezclen con un poco de picante.

Este artículo forma parte de las prácticas realizadas por los alumnos del Máster en Periodismo de Viajes y Máster en Periodismo Gastronómico de la School of Travel Journalism.

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